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Andrea Verónica Abalos

LA DECISIÓN

Desde el umbral, observo la silueta que avanza. Mi voz se estrangula y murmurando bajo me digo: ¡Oh, no! ¡Lo hizo! Después de todo se animó. Increíble.

Se detiene frente a mí, me mira fijo, tiembla y no dice una sola palabra. Suelta el bulto que trae entre sus manos. Quiero abrazarlo y no puedo. Yo también estoy paralizada, estupefacta. No sé si es temor o asombro. Tiene la cara empapada y los ojos brillosos. No se mueve.

- ¡Hola!- me animo a decirle.

- Lo hice- me contesta.

Me quedo mirando y comienzo a llorar. Intento ahogar las lágrimas y un grito se escapa con mi voz. Me acaricia la cara, sujeta mi cabello y me abraza.

-Tranquila, todo terminó- me susurra y comienza a besarme.

-¿Y los chicos? – pregunto separando los labios.

-Simplemente espero que lo entiendan.

              Alzó su bolso y entró a la casa. Ahora, ¡nuestra casa!

 

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